CANTOS DE LUZ Y DE FUEGO BAJO UNA LUNA (I Parte)

    Villancicos (Cancionero de Uppsala)

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“Salió Preciosa rica de villancicos, de coplas, seguidillas y zarabandas y de otros versos, especialmente de romances, que los cantaba con especial donaire. Porque su taimada abuela echó de ver, que tales juguetes, y gracias, en los pocos años, y en la mucha hermosura de su nieta, habían de ser felicísimos, atractivos, e incentivos, para acrecentar su caudal, y así se los procuró, y buscó por todas las vías que pudo, y no faltó poeta que se los diese.”

LA GITANILLA (Novelas exemplares)
Miguel de Cervantes Saavedra
Madrid. Juan de la Cuesta, 1613

Iniciamos nuestra selección de música española con el villancico anónimo Ay luna que reluzes”, perteneciente al Cancionero de Uppsala, así denominado, en su estudio de 1909, por el diplomático y musicólogo español Rafael Mitjana, tras localizar en dicha universidad sueca el único ejemplar conocido de una colección impresa de villancicos, pertenecientes al repertorio de la magnífica capilla musical de la corte renacentista del Duque de Calabria, establecida en el hoy desaparecido Palacio Real de Valencia. Como en tantos otros ejemplos musicales de los siglos XV y XVI, la simbología y el refinamiento lírico, propios de la cultura del Al-ándalus, están presentes en este obra, cuya popularidad se mantendrá hasta bien entrado el s. XVII.

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Palacio Real de València

Después de siglos de convivencia en la península Ibérica de las tres culturas, cristiana, judía y musulmana, a la expulsión de los judíos, acaecida en 1492, sucedió en 1609 la expulsión
de los moriscos.

El universo musical y poético de ambas culturas perdurará durante buena parte del siglo XVII.

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Embarque de los moriscos en el grao de València

Con motivo de las bodas reales de Ana de Austria, hija de Felipe III, con Louis XIII y, posteriormente de María Teresa, hija de Felipe IV, con Louis XIV, en la Corte de Versalles se hicieron populares numerosas músicas y bailes dados a conocer por Compañías españolas de Comedias, “chaconistas españoles” y tañedores a lo rasgueado de guitarras: chaconas, folías, villano, canarios, zarabandas, jácaras, etc. La danza cantada, en sus diversas formas y usos (cámara, escena e iglesia) seguirá vigente durante los siglos XVII y XVIII.

“El baxel está en la playa”, air de cour anónimo según la edición parisina de Bataille (1609). Lo encontramos también en Linz (Austria), en el “Cancionero Musical de Kremsmünster" (s. XVII).

La jácara
“No hay que decirle el primor” es de autor anónimo. Su texto, referenciado por Cervantes en “El rufián dichoso”, dará lugar a una canción bailada de tema picaresco, y servirá en escena como intermedio teatral.

El tradicional villancico polifónico para cuatro o más partes, se mantendrá formalmente hasta mediados del siglo XVII, reduciendo a tres, generalmente, el número de sus voces y transformándose, por la influyente poesía de Lope de Vega, Góngora, Carrillo..., letrillas, seguidillas, romances y tonos humanos, o contrahechos a lo divino, con acompañamiento de guitarra, arpa o tecla.

Será a partir de la segunda mitad del siglo XVII, con el auge de la música escénica bajo el reinado de Felipe IV, cuando se desarrollará el canto solista acompañado, entrando ya en un período de mayor maduración barroca.

“¡Ay, que me río de amor!” de Juan Hidalgo, es un solo humano perteneciente a la zarzuela de Agustín de Salazar y Torres titulada “Los juegos olímpicos” (1673), de la que no se ha conservado la totalidad de su música. Los versos son cantados por la ninfa “graciosa”, perteneciente al coro de Palas Atenea, enemiga de Amor, y triunfadora sobre el dios tirano.

“Abril Floreciente”, de Sebastián Durón, pertenece a la comedia en tres jornadas “Muerte en amor es la ausencia” (1693), con texto de Antonio Zamora.

“Caraviñas saon”, de autor anónimo, está escrita en portugués y su forma, emparentada con el antiguo rondeaux, contiene dos motivos melódicos bien diferenciados (“Caraviñas saon” y “ay, ay, ay, le, le, le, tiray la”). Consta de estribillo y cinco coplas.

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Felipe III (1578-1621)              Felipe IV (1605-1665)

María Luisa de Orleans, futura esposa de Carlos II, llegará a España en 1679 acompañada por una capilla de 34 músicos. Tras la Guerra de Sucesión y con el nuevo rey Felipe V, de la casa de los Borbones, la influencia que músicos y compañías italianas ejercerían en las obras de músicos españoles se hará cada vez más patente (cantadas, arietas, recitativos, arias con repetición al da capo, etc.). Esta evolución hacia un estilo cada vez más italianizado se refleja en:

“Confiado jilguerillo”, aria del compositor mallorquín Antonio de Literes, perteneciente a su zarzuela “Accis y Galatea” (1708), que con texto de José de Cañizares y tras el éxito obtenido en Real Palacio, se representa en Valencia en 22 ocasiones. Violón de la Real Capilla, Literes, recibiría elogios del influyente teórico benedictino P. Feijoo por su fidelidad a la tradición musical española. Sin embargo, su música, sin la determinación de posteriores autores, estaba ya impregnada de la influencia italiana. Literes se convirtió en el sucesor de Sebastián Durón como máximo representante de la música escénica, tras el obligado exilio de éste a Francia en 1706, al haber tomado partido por la Casa de los Austrias en la Guerra de Sucesión, frente a la Casa de los Borbones.

“Ay, Amor”, aria de Antonio Literes extraída de “Los Elementos” (1704-05), “ópera armónica al estilo italiano”, en la que se escenifica las desventuras de los cuatro elementos, Tierra, Aire, Fuego y Agua, en espera de la Aurora y del Tiempo deseado.

“Con afecto y armonía” (1729), es ya una “cantada” al más puro estilo italiano de Joseph de Torres y Martínez Bravo, sucesor de Durón y maestro de la Real Capilla desde 1720 hasta el final de su vida. Durante su magisterio, en la Nochebuena de 1734, se produjo el incendio del Real Alcázar que destruiría por completo el archivo de música de la Real Capilla. Fundó una imprenta y publicó en 1702 sus “Reglas generales de acompañar en órgano, clavicordio y arpa”, cuya rápida difusión fue pareja a la asimilación del estilo italiano por toda la Península.

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Carlos II ( 1661-1700)

El mencionado incendio del Archivo del Real Alcázar, la escasa producción de música impresa a lo largo de todo el siglo XVII, la decadencia social, económica y política en los últimos reinados de la casa de Austria, así como las consecuencias derivadas de la Guerra de Sucesión, han dificultado el estudio y la reconstrucción musical de este período, iniciado apenas hace sólo 50 años a través de la labor musicológica de Miquel Querol, Mariano Lambea o Luis Robledo, entre otros.

De la importante música transmitida por tradicional oral española y judeo- sefardita, que pervive y se transforma a lo largo de este período hemos seleccionado:

“Una matica de ruda” en donde se invita a gozar de la pasión amorosa mediante el ofrecimiento de una matica, de una ramica de ruda que el enamorado ofrece a la mujer deseada, bien sea casada o soltera.

“Mareta, mareta, no’m faces plorar” es una bellísima canción de cuna, tradicional de Alicante.

Para finalizar,
“Ruede la Vola”, refinada danza cantada, “minuet”, recogida por Antonio Martín i Coll en sus “Flores de Música” (1706), compendio en cuatro volúmenes manuscritos de buena parte de las formas y músicas francesas, italianas y españolas, propias o adaptadas para tecla a lo largo del siglo XVII.

Una buena parte de la música española creada en este período, desde la expulsión de los moriscos hasta el incendio del archivo de la Real Capilla, permanece oculta bajo el negro manto de una oscura noche, sin luz ni luna.

Tres siglos después, con nuestra interpretación, queremos seguir evocando ancestrales anhelos:

¡Ay luna que reluzes, toda la noche m’alumbres!

Josep Lluís Valldecabres

Coro ninfas
Coro de ninfas" (c. 1690, escenografía valenciana para la Comedia "La Fiera, el Rayo y la Piedra")